He aquí la historia de este ingenioso abogado, pintor y poeta, que hace medio siglo se presentó ante el Conservador de Bienes Raíces de Talca y dijo: “Vengo a inscribir la luna como mi propiedad”.
Jenaro Gajardo Vera, nació en Traiguén, en 1919 se radicó muy joven en Talca – a principios de 1951 – a ejercer su profesión.
Una vez ambientado, se dio a la tarea de crear una Sociedad Telescópica Interplanetaria. En su directorio figuraba nada menos que el Obispo Manuel Larrain, lo que acalló cualquier comentario burlón en torno a la institución. Uno de los objetivos era – ni más ni menos - que “formar un comité de recepción a los primeros visitantes extraterrestres…”
La inscripción de la Luna
Pero fue su “apropiación de la luna”, lo que inmortalizó a Gajardo y esto se gestó de curiosa manera: Existe en la capital maulina, desde 1868, el Club Talca. Allí reconocían lugar los miembros de la ya alicaída aristocracia talquina. Los Silva, Donoso, Cruz y Concha eran los apellidos que se repetían entre los socios. En sus amplios salones de la calle 1 Oriente, se debatían y armaban candidaturas que impidieran el ingreso de ideas revolucionarias que pusieran en riesgo sus rancios privilegios.
Jenaro Gajardo intentó ser socio del exclusivo Club. Una noche de septiembre de 1954 fue invitado a una comida. Se le dijo que su condición de profesional le daba opción para ser aceptado como miembro, pero, uno de los integrantes se opuso a su afiliación, por cuanto debía acreditar un bien raíz.
“Cuando salí de la sesión – recordó después Gajardo – me fui caminando hasta la Plaza. Me molestó que se diese tanta importancia a las cosas materiales”.
Fue entonces que advirtió a la luna llena que brillaba en el cielo. No tardó en discurrir su iniciativa: inscribiría al satélite natural de la tierra como su propiedad.
Al día siguiente, 25 de septiembre de 1954, sin vacilación, se presentó ante el Notario de Talca, César Jiménez Fuenzalida y le solicitó dejar constancia de que se declaraba dueño de la luna, para lo cual acreditaba que lo era desde antes de 1857 (fórmula usada en la época para sanear terrenos sin título de dominio) del satélite natural de la tierra, describiendo sus medidas y límites.
El Notario leyó con sorpresa la petición. Finalmente respondió a Gajardo: “Mira, la inscripción cumple con los requisitos: es un bien cierto, pertenece a la tierra, tiene deslindes y dimensiones, pero te van a tildar de loco”.
“No importa”, dijo Gajardo.
Es más, con posterioridad a la inscripción de la escritura, efectuó las tres publicaciones en el Diario Oficial, todo lo cual le costó cuarenta y dos mil pesos de la época.
Con el título en sus manos, volvió al Club Talca. Hubo sonrisas, caras de sorpresas y asombro. Pero fue aceptado como socio. Uno de los integrantes dijo a Gajardo: “En realidad nos has dado una lección”.
Sábados Gigantes
El hecho, desde luego, no pasó inadvertido. Diarios de América y Europa dieron cabida al curioso incidente. Pocos años más tarde, un tabloide norteamericano publicó una nota: “Abogado chileno inscribió la luna a su nombre”. Mario Kreutzberger (Don Francisco) vio la información y lo invitó a “Sábados Gigantes”. Con su carácter burlón, el animador le dijo que, mucha gente, lo consideraba “rayado” por aquella propiedad lunar. Gajardo le respondió: “Le voy a contar por qué inscribí la Luna: no me agrada la gente que habita el planeta tierra. No me gusta que no hayamos podido eliminar el odio, la envidia, la maledicencia, el rencor…”.
El Apolo 11
Una situación de contienda judicial internacional se suscitó cuando Estados Unidos preparaba su viaje a la luna, en 1969, con tres astronautas a bordo. Gajardo, en conformidad a las disposiciones legales internacionales, había gestionado, a través del abogado Enrique Monti Forno, la revalidación de su dominio en Washington. Todo ello, por cuanto las normas universales de la ONU sólo reconocían propiedad privada hasta una altura de 80 kilómetros, pero como esa reglamentación era de 1967 – y la escritura de Gajardo de 1954 – ésta prevaleció sobre aquella.
Entonces, se dice que el Presidente Nixon, a través de la embajada americana y la Cancillería, envió un cable a Gajardo, donde le pedía autorización para descender en el satélite. Ésta fue concedida por el dueño chileno.
Problemas con el SII
Pero si don Jenaro fue ingenioso al hacerse tan audazmente propietario de la romántica luna, más aguzado pretendió ser Impuestos Internos, quien envió un par de inspectores a visitarlo, nada menos que para el cobro de las contribuciones. Ni corto ni perezoso, don Jenaro les dijo: “Ningún problema en reconocer la deuda, pero exijo que, en conformidad a la ley, Impuestos Internos visite mi propiedad y la tase. Después hablamos”. Desde luego, el servicio no insistió.
Inscribir al planeta Marte
Pero la situación incluso sentó jurisprudencia en materia de propiedad espacial. Una vez, el entonces Ministro de la Corte Suprema Rubén Galecio Gómez le dijo: “Bueno, si tú inscribiste la luna, yo puede hacer lo mismo con el planeta Marte”.
Gajardo respondió ágilmente: “No puedes, por cuanto el Derecho Civil impide reclamar propiedad sobre un bien que no pertenece a la Tierra, como es el caso de Marte”.
La breve y mítica escritura mediante la cual Jenaro Gajardo Vera declaró ser dueño de la luna, el 25 de septiembre de 1954, extendida ante el Notario de Talca. Su texto dice:
“Jenaro Gajardo Vera, abogado, es dueño, desde antes del año 1857, uniendo su posesión a la de sus antecesores, del astro, satélite único de la Tierra, de un diámetro de 3.475.00 kilómetros, denominada LUNA, y cuyos deslindes por ser esferoidal son: Norte, Sur, Oriente y Poniente, espacio sideral. Fija su domicilio en calle 1 oriente 1270 y su estado civil es soltero.”
Jenaro Gajardo Vera
Carné 1.487.45-K Ñuñoa
Talca, 25 de Septiembre de 1954.